Voy a contar un cuento (a mi manera) que leí hace tiempo. La dedico con todo mi cariño a mi tío que se marchó el 22/11/2008, a mis otros tíos y tía que se han ido, a mis abuelos y a todos que estamos aún y tenemos que aprender a andar con gracia en esta vida.
Caminando con Dios
Hace un tiempo, un hombre que le había llegado su hora, fue al cielo y allí le esperaba Dios para acogerlo. El hombre sorprendido, hizo un gesto de reverencia y Dios lo levanto y este le dijo:
- Hijo mío, ahora que estás aquí, antes de ir al cielo, vamos a dar un paseo por una playa y en la cual verás tus pasos más los míos.
- De esta manera podrás ver toda tu vida, todos tus recuerdos, es una pequeña prueba que tienes que hacer para que termines de aprender y así entrar en mi Reino.
Después de habérselo pensado, el hombre decidió dar el paseo con Dios a la playa. Era un sitio maravilloso, con una arena blanca y un mar azul intenso. A medida que caminaba veía huellas suyas y de Dios marcadas como le había dicho, se trataba de sus recuerdos. Cuando avanzaba, el hombre estaba feliz, a veces se sonrojaba, otras se reía hasta que más adelante, cambió su cara, empezó a enfadarse y se puso muy triste pues una vez que terminó el caminar se había llevado una decepción.
Se pararon y el hombre le dijo a Dios:
- Padre, quiero que me perdone pero estoy enfadado contigo pues cuando hacíamos el camino, durante mis mejores momentos, que era cuando estaba feliz, veo tus huellas y las mías pero cuando tuve malos momentos y de tristeza solo veo mis huellas.
- Porqué Padre, porqué me dejastes solo cuando más te necesitaba.
Dios, con todo su amor y cariño, lo abrazó y le contestó:
- No tienes que pedirme perdón hijo mío, soy yo quien debe disculparse por no decírtelo cuanto te enseñé tus recuerdos. Cuando tu estabas en malos momentos o estabas triste, yo te cogía en mis brazos y te llevaba para que tu camino no fuera tan duro hasta que pudieses volver a andar con amor y alegría, por lo tanto, aquellas huellas que vistes no eran las tuyas, Eran las Mías.
Hace un tiempo, un hombre que le había llegado su hora, fue al cielo y allí le esperaba Dios para acogerlo. El hombre sorprendido, hizo un gesto de reverencia y Dios lo levanto y este le dijo:
- Hijo mío, ahora que estás aquí, antes de ir al cielo, vamos a dar un paseo por una playa y en la cual verás tus pasos más los míos.
- De esta manera podrás ver toda tu vida, todos tus recuerdos, es una pequeña prueba que tienes que hacer para que termines de aprender y así entrar en mi Reino.
Después de habérselo pensado, el hombre decidió dar el paseo con Dios a la playa. Era un sitio maravilloso, con una arena blanca y un mar azul intenso. A medida que caminaba veía huellas suyas y de Dios marcadas como le había dicho, se trataba de sus recuerdos. Cuando avanzaba, el hombre estaba feliz, a veces se sonrojaba, otras se reía hasta que más adelante, cambió su cara, empezó a enfadarse y se puso muy triste pues una vez que terminó el caminar se había llevado una decepción.
Se pararon y el hombre le dijo a Dios:
- Padre, quiero que me perdone pero estoy enfadado contigo pues cuando hacíamos el camino, durante mis mejores momentos, que era cuando estaba feliz, veo tus huellas y las mías pero cuando tuve malos momentos y de tristeza solo veo mis huellas.
- Porqué Padre, porqué me dejastes solo cuando más te necesitaba.
Dios, con todo su amor y cariño, lo abrazó y le contestó:
- No tienes que pedirme perdón hijo mío, soy yo quien debe disculparse por no decírtelo cuanto te enseñé tus recuerdos. Cuando tu estabas en malos momentos o estabas triste, yo te cogía en mis brazos y te llevaba para que tu camino no fuera tan duro hasta que pudieses volver a andar con amor y alegría, por lo tanto, aquellas huellas que vistes no eran las tuyas, Eran las Mías.
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